«Tenemos tendencia a olvidar que los libros [...] pueden ser borrados o destruidos. Tienen su historia [...], una historia cuyos comienzos mismos contienen en germen la posibilidad [...] de un fin.» George Steiner subraya así la permanencia -siempre amenazada- y la fragilidad del libro, interesándose, paradójicamente, por aquellos que han querido su fin. A su deslumbrante aproximación a la lectura se suma una crítica radical de las nuevas formas de ilusión, de intolerancia y de barbarie producidas en una sociedad que se dice ilustrada. Esta fragilidad, responde Michel Crépu, ¿no remite a un sentido íntimo de la finitud que la experiencia de la lectura nos enseña? «Esa tristeza tan extraña y dulce que está en el fondo de todos los libros como una luz de sombra.» Nuestra época lo está olvidando. Nunca han estado tan silenciosos los verdaderos libros.