Desde tiempos prehistóricos, el tabaco ha contado con una amplia gama de usos y significados. Además de ser una de las drogas más utilizadas, se ha consumido de las más diversas maneras: fumado -en pipa, en cigarros, en cigarrillos-, aspirado por la nariz, masticado, comido, bebido, untado sobre el cuerpo... Sus aplicaciones han sido sorprendentemente variadas: en ceremonias chamánicas, como panacea médica, como moneda de cambio, o formando parte de rituales de iniciación. Se ha utilizado, sobre todo, para establecer y estrechar vínculos sociales mediante su regalo, su intercambio y su consumo en grupo, además de servir para definir y enfatizar posiciones sociales y modos de ser en base a gran variedad de significados mitificados, en la cultura occidental, por la publicidad y el cine.
Consumir tabaco ha tenido durante años multitud de significados, como libertad, modernismo, aventura, virilidad o misterio. Todavía hoy, el pitillo significa, para los que fuman, un pequeño placer en medio de la rutina, un consuelo en momentos de cansancio o ansiedad. Un cigarrillo puede ser algo que tener en las manos, que aporte aplomo en situaciones tensas. Existen diversos usos del tabaco, como el que acompaña al café o la copa, el de los que piensan y crean, el de los que buscan seducir, el último deseo del condenado a muerte, el puro de las bodas y los hombres de negocios, el que comparten los amigos o los que quieren parecer mayores. Y, por supuesto, ese mítico cigarrillo que acompaña la imagen del lejano Oeste de esa América que descubrió, al mundo entero, el tabaco.
Hoy no se puede fumar en lugares públicos en España. Fumar ya no es moderno. Es propio del subdesarrollo. El Estado, por el contrario, se sigue enriqueciendo mediante su venta.