Tomasote era un director de teatro, con una barriga enorme, su particular gorra a cuadros, sus gafas redondas y una larga y espesa barba. Hacía días que había escrito una nueva historia y solo le faltaba su protagonista. Este podía ser alto o bajo, gordo o delgado, joven o mayor pero su nariz tenía que ser especial. Larguirucha o chafada, aguileña o de patata, estrecha o ancha...pero tenía que saber detectar todos los olores. Esta sí que era una condición indispensable.