«Recuerdo que, de niña, antes de acostarme, me sentaba en las rodillas del abuelo Laertes y él dejaba que acariciara su barba blanca y recorriera con los dedos las arrugas y las cicatrices que adornaban su rostro solemne. Luego el abuelo decía para sí:
—Ha sido el miedo. El miedo al persa, el horror a perder la libertad, lo que ha hecho que Esparta se convierta en lo que es ahora. Es el miedo la causa de que ya no haya tiempo para la música o la poesía».
Esparta, 432 a.C.
Aretes, anciana lacedemonia, se dispone a recordar los acontecimientos que han marcado su vida. Será su voz, serena y apasionada, la que describa la azarosa historia de su familia —que contra su voluntad se verá envuelta en las intrigas de la época— y, a través de ella, la forma de pensar y vivir de los espartanos, sus leyes y sus costumbres, y revele los problemas internos y las traiciones en la ciudad, la creciente enemistad con Atenas y la destrucción del terremoto que asoló Esparta.
Será ella quien detalle los hechos que marcaron el futuro de su pueblo: la mítica batalla de las Termópilas y la posterior y definitiva batalla de Platea, en la que los persas fueron finalmente expulsados de Grecia.
Todo ello en un relato introspectivo, tierno y crítico a la vez, en el que se descubre una historia de amor y valor, de honor y pérdida. Una historia de los hombres más valerosos que hayan pisado la Tierra, inmortalizada por la memoria de una mujer.