No hay aviso. No hay señales, ni flecha que indique la dirección correcta. Ni alarma sonora ni piloto rojo. No hay anuncio, ni siquiera hay presagio. No hay forma de prevenirlo ni de evitarlo. Sólo hay pistas sutiles que más tarde se manifestarán ante los personajes para que puedan reconstruir la historia, buscar el origen, acaso escribir el relato. Pero ahora están en jaque. Ha caído un mazazo inesperado y la partida se ve de pronto amenazada, los deseos y los sueños suspendidos, los secretos desvelados. Cuando cesen los temblores y el polvo se asiente, tal vez las cosas vuelvan a su sitio. O no. Una cosa es segura: nada puede volver a ser lo mismo.
Los siete relatos que aquí se presentan señalan el lugar y el momento en que se abre, en las vidas cotidianas de sus personajes, una brecha tras la cual asoman los demonios familiares -el miedo, la hipocresía, la enfermedad, la servidumbre, la traición-, acechan los temores que cada uno debe hacer frente sin necesidad de nombrarlos.
El joven ilustrador que se topa con el dibujo infantil de una perturbadora tortuga. Trini, la peluquera, no sólo no se hunde en el desánimo cuando la diva le dice que su peluca es una mierda, sino que encuentra la ira necesaria para luchar por su menospreciada promesa de futuro. El instinto de supervivencia le dice a Patricia, una niña de cinco años muy observadora, que lo mejor que puede hacer tras haberle hablado a su padre de la concha mágica es callar y aguantar y esperar. La señora Miravet no puede con su revelación, una llamada de teléfono sumamente desconcertante, y le da un soponcio, convirtiendo al señor Miravet en el progatonista accidental de esta historia. Una pareja saca a relucir sus secretos más íntimos y oscuros durante una excursión en piragua, y urge la necesidad de pactar para seguir adelante, hacia un futuro de conveniencia.
Una mirada dura y sin concesiones, una voz personalísima, un libro sorprendente: el brillante debut narrativo de Berta Marsé.