Título descatalogado.
Un ginecólogo combina el pulcro ejercicio de su profesión con visitas regulares a prostíbulos. Un niño con una cabeza de «dimensiones algo anormales» le cuenta al ginecólogo la historia de una vieja tocada con una corona, mientras aguarda a su madre en la sala de espera. No hay espacio ni tiempo, sino únicamente aconteceres pasados narrados en un presente distante, lejano, en el que se articulan los recuerdos de las relaciones entre individuos y el vacío que éstas conllevan: la relación del ginecólogo con su mujer, con su trabajo, con sus hijos, con las pacientes, con un niño, con sus amantes, con la enfermedad, con el dinero, con los propios padres...
Una vida narrada desde el escepticismo, donde la ausencia de juicios mantiene al lector en vilo, intentando captar el sentido del universo, los miedos y las glorias. La exposición directa, sin sentimentalismos de ningún tipo, sin acción, deja al lector sin asideros. Una novela misteriosa y perturbadora, un exponente más de la literatura silenciosa en la que el diálogo entre personajes y la presencia del narrador han desaparecido, como también el pasado. Con un estilo austero y depurado, de una belleza fría y enigmática, Mario Bellatin intriga y sorprende al lector, sin desvelar los misterios que envuelven a los personajes. Las pinceladas que componen este libro, que no. sigue ningún orden lógico ni cronológico, se aclaran dentro del mismo desorden, al igual que lo marginal, amoral y extravagante de este mundo se entiende en relación con la cotidianidad y la normalidad. No hay rastro de conmiseración, sólo un vacío existencial donde la imaginación se presenta como la única vía liberadora posible.
«Hay mucho para admirar en la obra de Bellatin: un arte diabólico de la construcción, un tratamiento de la lengua elegante y anoréxico» (Alan Pauls).
«Uno no sale indemne de una lectura semejante. O más bien, de esta experiencia» (Frédéric Vitoux, Le Nouvel Observateur).
«Mario Bellatin, escritor raro entre los raros (en un campeonato del mundo tendría podio)» (Jorge Herralde, El Periódico).
«Bellatin renuncia a casi todos los presupuestos de la literatura de sus predecesores menos a la belleza. (Raúl Brasca, La Nación).