Los culpables ofrece una brillante reflexión sobre las posibilidades de la voz hablada. Los seis cuentos y la nouvelle que integran este volumen de Juan Villoro han sido escritos en primera persona. A través de ellos, el escritor no busca ser un taquígrafo del habla real, sino explorar la forma en que alguien podría hablar en un momento crítico y revelador.
Un mariachi harto de su éxito folklórico, un futbolista al borde del retiro, un ejecutivo que pierde demasiados vuelos, un guionista que edita con tijeras para rebanar pollos, un limpiador de ventanas suspendido en un andamio, un viajero que adopta una iguana y un anfitrión convencido de que los mexicanos sólo matan a sus amigos, cuentan lo que no quieren contar. Ninguno de ellos es un escritor profesional; si alguno quiso serlo, ha fracasado. ¿Por qué se desahogan en este libro? Para evadir una responsabilidad incómoda. Curiosamente, logran lo contrario.
La confesión religiosa busca descargar la culpa a través de revelaciones. Con rara maestría, Villoro logra el procedimiento oaapuesto: sus personajes se incriminan por lo que dicen para disculparse, se ponen en tela de juicio.
Caso singular de la literatura, Los culpables ofrece historias que parecen surgir por azar o por la propia fuerza del idioma, para hallar cuentos al margen de la voluntad de sus relatores.
«El hombre acorralado se vuelve elocuente», escribió George Steiner. Con altas dosis de humor, puntería verbal y tensión dramática, Juan Villoro registra la excepcional elocuencia de quienes, para librarse de la verdad que los asedia, se vuelven culpables de literatura.