Lo primero es una muerte: en un pequeño pueblo argentino un cura aparece cosido a puñaladas. Pero, en Argentina, es muy difícil decir que una muerte fue la primera. Hay demasiadas historias. A quien corresponda es la historia de alguien que prefirió ignorar y que, al final, se resigna a saber. También es la historia de una derrota decisiva, de una venganza demorada, de los crímenes de un Estado desatado, de la bendición eclesiástica para esos crímenes, de un amor que no puede terminar. Y es, sobre todo, el relato más crudo que se haya escrito sobre el destino de una generación que quiso construir una sociedad mejor y consiguió, al precio de su destrucción, abrir las puertas a una mucho peor. Carlos (o «el Colorado» o «el Gallego») militó en la izquierda revolucionaria; treinta años después está convencido de que formó parte de «la generación más fracasada de esta larga historia de fracasos que es la historia argentina» pero no quiere morirse sin enfrentar un último fracaso posible: el intento de vengar a su mujer secuestrada, torturada, seguramente muerta.
En ese camino, Carlos tropieza con las piedras de una «Memoria» construida y utilizada para olvidar lo que importa. Y tropieza, además, con una sociedad que ya no tiene espacio para sus veleidades. Su búsqueda lo lleva a hundirse progresivamente en la conciencia de una derrota todavía más honda: «Todos esperábamos que la revolución nos liberara, nos cambiara. Nos pasamos un siglo viviendo en la esperanza del apocalipsis. Y ahora nos quedamos sin nada: con la idea de que todo va a ser como es por mucho tiempo.»
En A quien corresponda Martín Caparrós realiza, sin concesiones, un ajuste de cuentas lúcido y amargo con el pasado reciente de su país. Pero la historia de Carlos y sus amigos integrados y sus enemigos degradados y su mujer desaparecida y su amante cínica podría suceder en cualquiera de esos lugares donde una generación que pretendió cambiar el mundo ahora a veces trata de cambiar de perfume -y no siempre lo logra.
Una novela imprescindible que confirma que Martín Caparrós no sólo es «el gran cronista argentino de los últimos veinte años», según dijo La Vanguardia, sino también un excelente novelista.