Estos relatos están ambientados en la Primera Guerra Mundial, pero no son historias bélicas.
La Primera Guerra Mundial es la circunstancia de unos personajes que le hablan al vacío. Al otro lado de ese vacío, estamos nosotros, que tampoco somos héroes. Lirismo, ironía e improvisación para seguir viviendo. La trinchera es un lugar donde nada ocurre mientras se espera la muerte. Los protagonistas de estos relatos dibujan en el aire un plano de su fuga interior, pero cada uno de esos planos es un laberinto que los mantendrá vivos, pero no libres.
En la segunda parte de Piedras negras se abre el objetivo, cada relato se corresponde con una ciudad, y la guerra no se limita ya a las trincheras. Contemplamos los acontecimientos desde la perspectiva de la tragedia o la indiferencia, circunstancias donde la guerra es futura y otras donde forma parte del pasado, a las víctimas y a los que pretender ser verdugos. Todo sucede a la vez, en 1916, en un mosaico de circunstancias y aptitudes, como si un dios en lo alto bostezara al mismo tiempo que nos observa.
Un lenguaje crudo para una finalidad lírica, rozando a veces el himno. Distintas reflexiones acerca de la capacidad del ser humano para sobrevivir. Es posible que los personajes de este libro no hayan estado nunca en las trincheras, que todos estén próximos a nosotros, cuando se les reclutó para la ficción.