París, Rodin y un encargo se le antojan a Rilke las soluciones en una época llena de dificultades económicas y personales. El estímulo de Rodin ?«Hay que trabajar y sólo trabajar»? y un puesto como secretario con alojamiento en su casa de Meudon traducirán el conflicto interior del poeta en una divisa que hará fortuna en su obra: transformar la angustia en «cosas» de arte. Libro-himno, pues, al Viejo soberano. Tributo de admiración hacia la figura y la obra del escultor, pero también oportunidad para incorporar la disciplina, el oficio y el trabajo a su propio quehacer poético. Su poesía de «porcelana» había de transformarse en «mármol», dijo Musil. Y serán la contemplación paciente de las cosas y el rigor de observación del maestro los que propicien con esta obra el inicio de la etapa media del poeta, la del «decir objetivo» y el «poema-cosa» de los Nuevos poemas.