Hasta ahora el fenómeno noventayochista, que muchos autores consideran un invento y un falso debate, se había venido estudiando en general desde un punto de vista literario o sociológico, considerando a los autores que supuestamente a él pertenecen ajenos a las artes plásticas. Éste ha sido también el caso de Azorín. Este libro trata de demostrar que, por el contrario, este prolífico autor fue un enamorado del arte, especialmente de la pintura, y que vio plasmadas en los cuadros de sus artistas favoritos muchas de sus intuiciones y de sus emociones literarias. En el mismo podrán encontrarse aportaciones y argumentos que contribuyan a despejar el tradicional enfrentamiento entre Modernismo y Generación del 98.