El uso y la gestión del agua son de una enorme trascendencia en un país como el nuestro en el que continúan existiendo profundos desequilibrios hídricos. El agua es un activo social de carácter básico y la historia nos confirma la aspereza de los conflictos provocados por el control de este recurso en las sociedades en las que su escasez lo convierte en un factor de producción vital, pero limitado, para los procesos de desarrollo económico. El análisis de todo ello requiere, como es natural, del concurso de distintas disciplinas. De ahí nace, precisamente, el interés de los estudios incluidos en la presente monografía, en la que se analizan algunos de los diversos usos del agua en la historia de nuestro país y de los que son autores relevantes especialistas universitarios.
El trabajo del profesor Ángel Poveda, dedicado a la hidráulica andalusí, incide en el papel desempeñado por las colectividades campesinas en el regadío, rechazando la idea de que las sociedades, cuya base es el control del agua, hayan de depender forzosamente de organizaciones políticas centralizadas, sino que, por el contrario, uno de sus principales rasgos es la descentralización.
La aportación de Guy Lemeunier se centra en el análisis del sistema hidráulico de la España mediterránea durante la Edad Moderna. En su trabajo estudia la existencia de dos tipos de estatutos del agua, que determinaron la presencia de dos realidades socioeconómicas diferentes: una, aquella en la que el agua iba unida a la tierra y, otra, la de la venta de agua, donde la propiedad de ésta estaba separada de la tierra.
Mª Teresa Pérez Picazo muestra el modelo de transición de los regadíos de la cuenca del Segura desde esos vulnerables “mundos de barro” que eran las huertas a mediados del siglo xix, hasta la “gran hidráulica”. Experta en cuestiones hidráulicas y, en particular, de los regadíos, la autora relaciona las características del medio natural con las opciones tecnológicas y el marco institucional en el que se desarrollaron.
Antonio Macías utiliza el agua como hilo conductor para elaborar una historia económica y social de las islas Canarias desde la conquista, en la que nos muestra la prelación que, en todo momento, ha tenido el interés particular sobre el colectivo. La particularidad de la separación de la propiedad del agua de la tierra, vigente hasta la actualidad, está en la génesis de un singular mercado, cuya expansión ha ocurrido paralela a la de la demanda hídrica vinculada a diferentes producciones.
Joaquín Melgarejo analiza la política hidráulica desarrollada por el Estado durante el siglo xx. Estudia el proceso histórico que abarca desde la aparición de las primeras exigencias –vinculadas al pensamiento regeneracionista– que reclaman una intervención estatal en materia hidráulica, hasta la promulgación de la actual legislación de 1985, que llevó implícita la sustitución de la política hidráulica por la planificación hidrológica.
Carlos Barciela y Mª Inmaculada López ponen de manifiesto cómo la política hidráulica durante el franquismo fue concebida como una política de riegos, que se vio complementada con la colonización, lo que conllevó un modelo de reforma agraria cuyo objetivo principal era la modernización de la agricultura, mediante la puesta en regadío y otras mejoras técnicas, mientras que se relegaba lo social a un plano secundario. La articulación y los resultados de las políticas colonizadoras –la de grandes zonas y la de interés local– son analizados en este estudio, poniéndose de manifiesto cómo los beneficiarios de ambas fueron los propietarios que modernizaron sus explotaciones con la ayuda del Instituto Nacional de Colonización.
Los trabajos de Pedro Arrojo y de Julián López plantean un ejercicio de contraste del actual marco institucional español con otros modelos: el primero, con el desarrollado en California y el segundo, con la experiencia liberalizadora llevada a cabo en Inglaterra y Gales.