En 1939 el Estado franquista se desplegaba en medio de una ciudadanía exhausta por los tres años de guerra y violencia. Mientras tanto, los responsables del nuevo poder y sus portavoces autorizados impartían un nueva doctrina acerca del poderío español, la dignidad nacional y el papel con vocación de Imperio que desempeñaría, de forma destacada, la nueva España en el marco internacional, al lado de sus amigos alemanes e italianos y desafiando las decadentes democracias como Francia y, en menor medida, la Gran Bretaña.Ésta es la crónica de cómo el poder franquista se revistió de una nueva liturgia de representación y salió a la calle para reivindicar, sin ningún tipo de mesura ni de vergüenza, el papel trascendental que se suponía podría desempeñar, con «un millón de soldados» en sus puestos, en la Europa fascista que se avecinaba.