En pleno siglo XVIII el pequeño Fernando, infante de Parma, hijo del Duque de Parma Felipe I y nieto del rey de España Felipe V y de Luis XV de Francia, se convirtió en el objeto de un experimento sin precedentes. Su madre, Luisa Isabel de Borbón, deseaba hacer de él un príncipe "moderno", para lo cual dejó su educación en manos de Condillac y de Keralio; el primero debía ocuparse de transmitirle conocimientos al pequeño y el segundo de darle la educación moral que le permitiera llegar a ser un buen cristiano y, sobre todo, un buen ciudadano capaz de gobernar como un príncipe moderno. La Europa ilustrada tenía los ojos puestos en el laboratorio pedagógico que era Parma; y el Infante llevaba sobre sus frágiles espaldas las esperanzas de la nueva filosofía. ¿Será el príncipe ilustrado que todo el mundo espera?