La ciudad de Valencia era, desde el siglo XIII, el centro de un importante mercado del crédito que se articulaba en distintos niveles, desde los simples préstamos al consumo hasta las primeras manifestaciones de la banca y el cambio internacional. Sin embargo, todas aquellas operaciones, pactadas a corto plazo y con altos intereses, carecían de la flexibilidad necesaria para asegurar un crecimiento económico sostenido. Por ello, la difusión del censal o renta constituida desde mediados del Trescientos supuso una auténtica revolución financiera, en que amplias capas de la sociedad, y hasta los mismos municipios, pudieron conseguir créditos baratos y sin una fecha fija para la devolución del capital. Además la inversión en censales, protagonizada tanto por mercaderes como por nobles, viudas u hospitales, hizo circular el dinero y proporcionó a la sociedad valenciana la estabilidad sobre la que se asentó su esplendor económico y cultural en el siglo XV.