La exquisita sensibilidad de esta escritora nos envuelve desde el principio en la inquietante atmósfera de un pueblo que lucha y parece condenado a no existir como tal. Podría ser Palestina, podría ser el Kurdistán, tal vez Irlanda. De su mano la seguimos, desde esa inquietante silla de ruedas, en su viaje exploratorio por las trágicas y oscuras sendas hacia abismos insondables que indican que el camino para quienes lo eligieron siempre es duro. Y de su mano emergemos entre claroscuros hacia horizontes que anuncian posibles mañanas luminosos. ¿Hablar de liberación? ¿De energía de combate? ¿De sueños posibles aunque no lo parezcan? Lo cierto es que tras su lectura, quienes tanto se conmovieron recuperan la alegría de estar aún ahí y poder observar el mundo con mirada propia.
De este libro ha dicho el gran poeta Xabier Amuriza: “No está hecho para mariposas de frágil vuelo, sino para ‘arranos’ que dominan peñas y llanuras, planeando sobre vientos arrancados a la mar. Es una mujer que escribe, una mujer que revive, una mujer que se percibe como la imparable naturaleza que nos revienta de ilusión por vivir en una Euskal Herria liberada y libre.”