A través de los ojos de Jaime Ceballos, adolescente y último descendiente de su familia, Carlos Fuentes expone en Las buenas conciencias el vicio de vivir de las apariencias y la doble moral de la sociedad mexicana.
«No he tenido valor. No he podido ser lo que quería. No he podido ser un cristiano».
Jaime Ceballos está al final de su adolescencia: pronto deberá decidir el rumbo que tomará su vida. Por lo pronto, su percepción del mundo es que no tiene un lugar definido en él. Quiere ser puro, pero su sangre hierve. Se debate entre la moral cristiana y los impulsos físicos de su ardiente juventud, entre la jerarquía familiar y sus ansias de independencia, entre su pequeño mundo de pueblo chico y el horizonte infinito que vislumbra, entre el pecado y la salvación. La vida lo pondrá frente a verdades desnudas que lo harán cambiar radicalmente.