«La división de Cabrera avanzó con brío. Al frente iba el general montado en su alazán oscuro, su rostro de gato siempre alerta, la nariz palpitante, los ojos flamígeros, la guerrera abierta y la boina blanca muy estirada sobre la faz a modo de visera. Sin obstáculo se apoderó de Vallecas, a una legua de Madrid; dos horas después, el infante don Sebastián María Gabriel de Borbón montó a caballo y, seguido de un escuadrón, se lanzó al galope hacia la capital.»