Hace tiempo que Anne no tiene noticias de Gyl, un antiguo gran amor. Por eso decide emprender su búsqueda,
que la llevará a tomar el Transiberiano y atravesar Rusia con el objetivo de llegar a orillas del lago Baikal donde
parece encontrarse Gyl. Sin embargo, el viaje físico, con sus estaciones, sus gentes y el hermoso paisaje de la estepa
rusa, se transforma en algo más espiritual, en una búsqueda de sí misma. Poco a poco van aflorando sus recuerdos, sus
pensamientos y sus reflexiones. Tampoco se olvida de Clémence Barrot, una anciana señora de París que ya no sale mucho
de casa y la espera en su sofá rojo, rememorando su pasado y deseosa de seguir compartiendo confidencias y retazos
vitales con Anne.