Un sábado de enero de 1943 una joven alemana recorre las calles del centro de Roma en dirección a la iglesia luterana, donde tiene previsto asistir a un concierto. De ella solo conocemos sus pensamientos, que fluyen en un crescendo emotivo hasta perfilar a la perfección el retrato de una joven inocente de veintiún años, embarazada de ocho meses y recién llegada a la capital italiana en busca de su marido, un oficial de la Wehrmacht repentinamente movilizado a África. Página tras página, las reflexiones de la protagonista y las callejuelas de Roma se entrelazan hasta confundirse, y la mente reconstruye sus sueños y esperanzas por el niño que está a punto de nacer. La ingenuidad de las primeras reflexiones da paso a preguntas más profundas e inquietantes sobre el futuro de la guerra y de Europa. Solo la fe y la música de Bach, en este atardecer romano, parecen sugerir una respuesta, haciendo vacilar las débiles certezas de la protagonista. El narrador de este paseo por las calles de Roma no es otro que el propio hijo de la protagonista, quien consigue con una extraordinaria habilidad narrativa unir historia y sentimientos.