Una mañana, Simon espera a su amante en la estación de ferrocarril de Brévenay, aunque ella, Irmgard, le ha advertido de que puede que no llegue al mediodía. En efecto, cuando aparece el tren, ella no está allí. Para matar el tiempo, Simon decide recorrer la costa bretona en coche mientras aguarda la llegada del siguiente tren.
Con referencias a la leyenda de Tristán e Isolda, La península constituye uno de los textos fundamentales de Gracq sobre la espera, además de un viaje cargado de simbolismo por los paisajes de Bretaña.