Saludada por la crítica italiana como la gran revelación literaria del año, Setenta acrílico treinta lana es una de esas pocas, poquísimas novelas que logran mantener intacta la fuerza de la inspiración poética sin renunciar a contar una historia.
Desde la muerte de su padre, bajo un invierno en Leeds que no termina, Camelia, la joven protagonista del debut literario de Viola Di Grado, avanza con pasos silenciosos por un mundo ajeno y cerrado. Mundo del consumo definitivo y de las conductas estereotipadas, donde la libertad se cifra en un cubo de basura, como enigma, o en la locura de una madre que perdió al marido y la razón en un mismo día. En ese largo invierno, Camelia aprende que en la lengua, y en la prosa de la novela, en la ironía de un texto que vuelve obsesivamente sobre sí mismo, descansa la única reserva de esperanza. En su mundo adolescente, la ropa, la moda, las compras, los vestidos, los sueños, todo se presenta desfigurado, roto, informe, un prêt à porter de la desesperanza. Sin embargo, un día Camelia conoce a Wen, un joven chino que empieza a enseñarle su idioma. Los ideogramas, asignando nuevos significados a las cosas, abrirán un resquicio de belleza y misterio en su vida oscura.