No es extraño que se vuelva
a leer a Scott Fitzgerald en
estos tiempos de zozobra,
tan similares, en tantos
sentidos, a los que le tocó
vivir y que supo contar
mejor que nadie. Y tampoco
ha de extrañar que su
inesperada fama se deba en
buena medida a la versión
cinematográfica de un relato
como «El curioso caso de
Benjamin Button», incluido
en esta selección, pues,
bien mirado, narra la
historia de una anomalía
temporal que trastoca hasta
el absurdo el orden lógico
de las cosas. Hay algo de
justicia poética en esta
renovada popularidad.
Se dice que los cuentos de
Scott Fitzgerald, como su
vida, están poblados de
mujeres bellas y audaces,
arribistas sin escrúpulos,
filósofos impostados y
hombres para los que la
valía y el valor personales
se mide en dólares o en la
reputación de un apellido;
jóvenes tristes que no paran
de divertirse, de moverse -
de un bar al siguiente, de
un continente a otro- sin
desprenderse nunca de la
carga de sí mismos, que aman
con desconfianza, como si el
amor fuera un ejercicio de
cálculo. Personajes y
personas vagamente
conscientes de que todo es
vanidad, pero obcecadamente
empeñados en quemar la vida...
hasta que llega la resaca,
la locura, la ruina, la
soledad.
Pero hay algo más. El lector
de los siete relatos
recogidos en esta antología
encontrará, aparte del genio
literario y la ácida crónica
social que han entronizado
justamente al autor,
historias llenas de la
inmediatez y el pálpito de
la vida vivida a fondo, una
ironía casi benevolente que
contrarresta el fondo de
amargura, y una lucidez a
prueba de engaños y
desengaños. Escritas entre
1920 y 1931 -entre el
espejismo de los locos años
veinte y la resaca de la
crisis del veintinueve-,
estas narraciones ofrecen
una panorámica condensada
de lo mejor de la obra de
Scott Fitzgerald, desde
cuentos clásicos como «El
niño bien» o «Bernice a lo
garçon» a rarezas
redescubiertas a bombo y
platillo como «El curioso
caso de Benjamin Button».