En el Bausler Institut, un internado femenino situado en el cantón más retrógrado de Suiza, el Appenzell, se respira una densa atmósfera de cautiverio, sensualidad inconfesada y demencia. En estos parajes por
los que paseaba el escritor
Robert Walser, y donde se suicidó tras permanecer
treinta años en un manicomio, se desarrollan la infancia y la adolecencia de la
narradora, quien las rememora desde
la madurez.
En ese colegio
imaginario que permanece, transfigurado, en la memoria, la
narradora se sentirá irremediablemente
atraída por la «nueva»: hermosa, severa, perfecta, figura enigmática
que parece haberlo vivido todo, y que le deja entrever
algo a la vez sereno y
terrible.
El estilo lacónico y terso, casi punzante, la sagacidad de las reflexiones más sutiles, subrayan la intensidad de esta historia implacable. Hacen
vibrar una cuerda secreta en ese
mundo desvinculado de la rea-lidad,
en que la vida se ha visto «pasar
por las ventanas». Entre el desconcierto,
la atracción y el temor, una insólita
emoción trastoca al lector, como si en el centro de
un jardín bien cuidado viera cómo
se desata una vorágine.