El califato de los Omeyas cordobeses (929-1031) supuso el apogeo del poder militar, económico, cultural y artístico de Al Ándalus. En el año 994, su esplendor comenzó a agonizar. Muerto el califa Alhakem II, el general Almanzor desplazó al joven heredero, Hixen II, desempeñar un papel meramente decorativo. Cuando este muere, el Califato se sumergió en una etapa oscura de revueltas e intrigas, que dejaría una nómina de quince mandatos, en menos de 35 años. En el seno de esas luchas fraticidas, la bellísima ciudad califal de Medina Azahara fue reducida a cenizas. El califato estaba condenado a morir. En este contexto se desarrolla la existencia de Wallada, poetisa y princesa Omeya, hija de Muhammad III al-Mustakfi, penúltimo califa Omeya, que murió asesinado. A partir de este trágico suceso, la vida de Wallada pudo ser idéntica a la de otras muchas nobles de la época, pero la insumisión ante las reglas sociales y los deseos de elegir su camino en libertad cambiaron su destino. Mediante la venta de sus derechos reales, adquirió la independencia, abrió casa propia en Córdoba, en la que desarrolló el primer salón literario regido por una mujer, alcanzando notable prestigio. Se consagró como la más destacada poetisa arábigo-andaluza y también la más alabada y vilipendiada, desde sus coetáneos hasta nuestros días. A ello contribuyó su relación amorosa secreta con el gran poeta andalusí Ibn Zaydun. La infidelidad del poeta con una esclava negra de Wallada, provocó el desdén de la princesa y sus terribles sátiras; los desgarradores poemas de Ibn Zaydun mostrando su arrepentimiento y su posterior exilio supusieron el nacimiento de una leyenda popular que ha transcendido hasta nuestros días. Wallada, la última luna, traza un relato íntimo, situado en los días próximos a la muerte de la Omeya, con su antigua esclava-amante, Muhía, como interlocutora. Con la prosa poética como instrumento y la agonía del califato como fondo, el texto retrata la vida de una mujer excepcional, Wallada.