Dulce María Loynaz siente la necesidad de mostrarnos la figura verdadera del que fuera su esposo -Pablo Alvarez de Cañas-, para que podamos respondernos con claridad a la pregunta de quién fue este hombre.
"Él, que no disponía de una sólida base cultural en qué asentarse ni de medios de fortuna ni de apellidos para empinarse sobre ellos; que no era ni siquiera hijo del país, sino un recien llegado sin arraigo en él y que, por el contrario, procedía de otro del cual sólo iban a Cuba gentes rústicas, sin más experiencia ni ambición que labrar los campos. No contó siquiera con el vuelco de una guerra, de una revuelta militar o política, que virando las cosas del revés, lo pusiera a él en la cabeza de algo.
He dejado una pregunta en el aire, que aspira a ser contestada: no importa que yo no pueda oír la contestación, porque otros la oirán en mi lugar. O por lo menos, los que alguna vez me lean, tendrán que contestársela a sí mismos. La pregunta es ésta: En tales condiciones, o mejor dicho, ausencia de condiciones, ¿hubiese podido conquistar algo un ente cualquiera desprovisto, además, de inteligencia; hubiera podido conquistar algo, por mucho que fuera su coraje, su voluntad, su fe en sí mismo y hasta del material humano que habría de moldear entre sus dedos?"