Título descatalogado.
Irene Arce, realizadora de televisión cuya trayectoria está en declive desde hace varios años, se dispone a contar la historia de Edmundo Gómez Risco, un vengador, un ateo que aspira a un destino tan revelador como el de aquel insigne Edmundo Dantés, conde de Montecristo, pero acaso menos remoto o improbable.
Hijo de un padre acusado de corrupción durante el franquismo, quien no tuvo las influencias necesarias para librarse de la cárcel como sí se libraron otros mejor situados, Edmundo ha podido aprender pronto que el yo es un pronombre de dudosa importancia, que el carácter o el fondo de la persona cuentan menos que su posición en el interior de una historia.
Desde muy joven, Edmundo Gómez Risco se adiestra en el arte de pasar oculto. Espía a las órdenes de ningún gobierno, de ninguna empresa, trabajará en un centro de sondeos durante el referéndum de la OTAN y en la televisión pública en fechas cercanas a la huelga general del catorce de diciembre de 1988. Conocerá también el primer momento de la televisión privada y, durante esos años, se aliará con otras personas en busca de un solo objetivo: no ser señor pero dejar de ser criado de quienes le pagan. Non serviam. Entretanto, un coro de asalariados y asalariadas de renta media reticentes sigue sus pasos dando su parecer, sintiéndose ya interpelado, ya escandalizado o seducido.
La última novela de Belén Gopegui narra un proceso que conduce a poner en entredicho el significado de algunas palabras, así la bondad, la moral, el carácter, así el sueldo, la justicia y lo real. Una novela de uso, una forma de protección contra el daño que a veces hayan podido hacer esas palabras. Después de La conquista del aire, obra tan ambiciosa como lograda, Belén Gopegui despliega en Lo real su extraordinario talento literario.