Jean-Yves Funès, hijo de una francesa y de un tanguero argentino, era un niño en el París de posguerra cuando decidió ser escritor, luego de leer el cuento de Borges sobre el insomne Funes de la implacable memoria.
Más de cincuenta años después, ya anciano, convertido en un especialista en literaturas iberoamericanas, Funès se dirige a un congreso en Lyon. El viaje es, a su modo, un tributo a su añorada esposa Marie-Hélène, una alumna que eligió su clase atraída por el apellido tan literario.
Pero en este viaje (¿el último?) irán saltando como liebres fantasmales los Funes de Cortázar, de Bioy Casares, de Roa Bastos, todos los Funes que deberían haber estado en el libro que iba a escribir con su esposa muerta. Sin hablar de esos Funes inesperados que visitan el hotel de Lyon, y dicen ser médicos, abogados, editores. Y del Funes que, entre todos ellos, esconde el secreto de una impostura. O de una elección.
En esta novela destaca de nuevo «una prosa fluida, precisa y vigorosa» (Ernesto Schóo, La Nación) y se confirma «una nueva y eficaz forma de narrar» (Rodrigo Fresán).