La mujer que busca en los armarios de sus hermanas y su padre viudo el abrigo que había pertenecido a su madre señala, en el itinerario de su búsqueda, las pistas por donde transcurrirán otras historias. Los momentos de gloria de un fotógrafo profesional que tuvo que dejar la fotografía para sacar adelante a una familia numerosa, los sueños y tribulaciones de los adolescentes, la pérdida de la memoria, la soledad de una madre que se siente rechazada por su hijo, la dificultad de hacer frente a las enfermedades, la perplejidad de la edad madura, el precio de las aventuras clandestinas, el anhelo del viaje, la hostilidad de los territorios desconocidos, la irrupción de la luz en medio de la oscuridad, la curiosidad que inspiran los vecinos, las dudas antes de tomar una decisión... Los personajes están inmersos en una similar atmósfera moral. De una forma u otra, buscan definirse, saber quiénes son. Reivindican sus historias personales en el contexto caótico de un mundo regido por valores que no pueden satisfacer sus secretas ambiciones y donde es sumamente difícil labrar la identidad.
Un abrigo, algo muy personal, material, casi insignificante, tiene su historia, que no es la de las guerras y los tratados internacionales. Es la historia que no suele ser visible, la historia en la que nos toca definirnos todos los días, sin
excepción, la historia que nos forja, una historia que se compone de multitud de historias.
En esta espléndida novela, Soledad Puértolas se enfrenta a la difícil tarea de trazar un cuadro, cargado de emoción, de los valores morales de nuestra época. Mientras seguimos los pasos de los personajes, sentimos que conocemos algo más de la vida indescifrable, que una historia es siempre parte de otras y que, aun en esta época convulsa y desorientada, la vida, como siempre, nos abarca y nos contiene.