Este es el primer libro de Rainer Maria Rilke, escrito en Praga en 1895, a
sus 19 años. Rilke pertenecía a la población germanoparlante, pero se sentía
checo y, sobre todo, praguense, y este libro es una declaración de
amor a su ciudad natal, la de su familia y la de su infancia.
Su patria era el mundo, y su tierra natal, Praga, Bohemia, su propia
casa dentro del mundo. El ciudadano Rilke viajó con pasaporte austrohúngaro
hasta 1919, en que pasó a tener ciudadanía checa. Pero el poeta
nunca volvió a su país. Su patria más auténtica, el idioma, lo llevó hacia
lectores de otro ámbito, el germanoparlante. Luego, las traducciones lo
universalizarían. Pero este primer libro, este homenaje juvenil a Praga, a
sus gentes, sus calles, sus monumentos y su historia, a Bohemia, a sus
canciones populares y a sus poetas, a su historia, sus paisajes, sus mártires
y sus patriotas, deja patente su educación sentimental y salda una
deuda, la de su infancia, adolescencia y primera juventud, con una
patria chica a la que amó y de la que la historia le forzó a alejarse. La
Praga que vivió Rilke, la que vivió Kafka, ya no existe, pero cuentos visitemos
la Praga de hoy reconoceremos los versos del uno, las prosas del
otro, en las maravillas de esa ciudad, que a nadie deja indiferente.
Ofrenda a los lares, a los dioses patrios, al país de la infancia.