Palito, bufón o «niño de los azotes» de una corte monipódica, coeur simple lleno de miedo, vino y rumba, nos relata sin él saberlo, o sabiéndolo demasiado bien, la descomposición del poder en un barrio marginal y la ejecución de una venganza. Con sus inseparables y casi fantásticos amigos el Tostao y el Topo, callejeará por ese territorio donde antaño señoreó el Gandhi, cutre y decadente capo local, y será testigo del enfrentamiento de éste con el Nen, un Hamlet del arroyo que sólo desea ajustar cuentas con aquellos que antaño condenaron a su padre, el Guacho.
El marco casi fantasmal que oculta esa tensa tragedia es un barrio donde, en sucesión vertiginosa, ocurren historias divertidas pero escalofriantes, interminables fiestas al compás de las guitarras y los tiroteos y súbitas cuchilladas en el primer callejón.
Un barrio y unos personajes que sólo es aconsejable frecuentar en las páginas de esta deslumbrante novela, con la que Francisco Casavella ponía los fundamentos de un fenomenal y personalísimo edificio narrativo que se iba a levantar sobre una tradición asumida y reformulada, hecha de referentes propios y ajenos; sobre una prosa capaz de engarzar lirismo y coloquialidad con una destreza pasmosa; sobre una habilidad narrativa inapelable, atenta siempre a las calles menos transitadas de la ciudad, a sus rincones oscuros y actores inadvertidos. Una novela con ritmo de canción y latido urbano; un triunfo que sigue manteniéndose intacto.