Año 2012. El huracán Sandy se acerca a Nueva York; es la mayor amenaza que ha conocido la ciudad desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 y parece el fin del mundo. Nick Fowler, el narrador de esta historia, se refugia en un apartamento con abundantes reservas de comida en lata y las ventanas reforzadas con maderas. Pero a los pocos días, una vez el huracán ha pasado de largo, empieza a desencadenarse otra tormenta, quizá peor, y que tiene que ver con el signo de los tiempos: la crisis económica, el cambio climático, el impasse tecnológico, la pérdida de valores y la transformación social –todos los ingredientes que causaron la zozobra entre el último mandato de Barack Obama y el primero de Donald Trump– suman un cúmulo de incertezas ante las cuales lo único que cabe es mantenerse entretenido hasta que llegue el fin.
Es lo que hace Nick a lo largo de estas páginas, refugiándose en el arte, en los viajes, en los libros y, sobre todo, en clubes nocturnos como el Spectrum de Brooklyn, donde transcurre buena parte del desarrollo de este híbrido entre ensayo y ficción en el que se cuelan brillantes consideraciones sobre el mundo del arte y la literatura, sobre poesía y política, sobre música de vanguardia y los himnos gay de discoteca de Donna Summer (MacArthur Park es también el título de una de las canciones más celebradas de la diva americana). El debut de Andrew Durbin en la novela es una radiografía emocional de nuestra época, que parte de la certeza de que el mundo se hunde y que poco podemos hacer para evitarlo.