Una aldea al borde del mar a finales del Paleolítico Superior. Allí trabajan los artesanos más hábiles, los mejores talladores de sílex, ajenos por completo a la inminente amenaza del bronce. Canteros orgullosos de su oficio como Laurel, capaz de reproducir en piedra la belleza y la textura de las hojas de los árboles.
Un día el lugar es asaltado por un grupo de jinetes pendencieros. Una flecha envenenada está a punto de matar al protagonista de esta historia, un crío sin nombre. Las heridas causadas obligarán a amputarle el brazo derecho, convirtiéndolo en un ser inútil para la comunidad. Ignorado por los suyos, nuestro joven protagonista se aventurará más allá de los límites del poblado y conocerá a Liebre, una mujer solitaria con una hija a su cargo, que acabará viviendo en la aldea y pasará a ser el centro de su nueva vida.
En sus muchas idas y venidas, el chico narrará lo que ha visto fuera y, como un encantador de serpientes, embelesará a niños y mayores con sus historias de barcos cargados de mujeres perfumadas, esqueletos de ballenas o navegantes rumbo al Sol. Él, que ha perdido el don de las piedras, descubrirá en su lugar el poderoso don de las palabras.