Una inoportuna operación de vegetaciones impidió de niño a José Luis Garci asistir al estreno de Robín de los bosques. Aquella carencia no le impidió convertir el patio de su colegio, durante el recreo, en el bosque de Sherwood, brincando de un banco a otro aferrado a ramas invisibles desde las que se vislumbraba el puente levadizo de un castillo difuminado en el horizonte. Pocos meses después, tras acudir con sus padres a una boda interminable, vio la película con ellos, para comprobar realmente que Lady Marian se parecía mucho a la señorita Lourdes, la profesora de Literatura, y que Errol Flynn devoraba la vida con la eterna sonrisa de su romanticismo alegre, como un Byron del cine.