El Llorica era un piel roja que, de pequeño, no se hacía querer porque tenía el llanto fácil. Creció apartado de la gente del poblado, que estaba cansada de oírle llorar por cualquier cosa, y cada día que pasaba era más amigo de los animales. Tanto es así, que se hizo compañero del Lobo y fue el primero que montó a Caballo, dos animales que hasta aquel momento no se dejaban dominar.