«Un delicioso festín romano, para disfrutar mejor de nuestra ciudad madre».
Fernando Savater
«No hay nada igual en el mundo a Roma y este formidable libro es un gran pasaporte para pasarlo bien en la ciudad».
Luis Alberto de Cuenca, RNE
«Un libro que estaba esperando a su autor. Esta Roma desordenada cumple con todas las promesas de felicidad que los viajeros del mundo hemos asociado a las palabras Italia o Roma».
Ignacio Peyró
«Un libro con observaciones penetrantes de una mente curiosa, culta y sensible, con un buen estilo».
Javier Gomá
«Cada generación debe descubrir su Roma y la ciudad es tan gigantesca que sólo se puede abordar como se hace aquí primorosamente, como un caminante que recoge cuanto la sale al paso, de manera desordenada».
César Antonio Molina
«Sin duda, Juan Claudio de Ramón tiene todas las llaves que abren los palacios de Roma. Y este libro lo demuestra».
Karina Sainz Burgo, ABC
Roma nos permite ser voyeurs de nuestra propia historia. De las tumbas de los etruscos a la mundana Via Veneto, de Nerón a Pasolini, pasando por Caravaggio, Bernini, Borromini y Winckelmann —con escala española en Alberti, Zambrano o Gaya—, este es un libro que se propone juntar de nuevo las piedras de una mampostería eterna para contarlo todo otra vez de la ciudad que lo sabe todo. Una misión enloquecedora, saltando de siglo en siglo, con un ojo puesto en la Roma urbi y otro en la Roma orbe, uno en las reliquias de los santos y otro en los torsos desnudos de las estatuas, uno en la confusión y otro en la calma, en un viaje por la ciudad donde, como en un arca de Noé, se han salvado todas las historias de la historia, y que es la culminante demostración de que el ser humano ha conocido la belleza.
Desde una personalísima y poliédrica perspectiva, Juan Claudio de Ramón ofrece, con erudición y la emoción del extranjero que se descubre romano, un mosaico de hechos históricos, anécdotas, curiosidades, gastronomía y calas literarias y artísticas en distintas épocas. Roma desordenada es el apasionado relato del viajero que, felizmente cautivo, se torna habitante de una de las ciudades más conocidas y, sin embargo, por inabarcable, desconocidas del mundo. Y es que «decir que todos los caminos llevan a Roma es menos exacto que decir que de Roma salen todos los caminos».