Hacia 1885, Kim vagabundea por los aledaños del Museo de Lahore. Parece uno más entre las bandadas de niños indios que pelean por encaramarse al viejo cañón Zam-Zammah, pero Kimball O’Hara es en realidad un niño inglés al que el destino depara una aventura de amistad, lealtad, honor y heroísmo.
Desde lo alto del monumento, divisa a un anciano lama de túnica de azafrán que anda a la búsqueda del Río de la flecha, y tan desvalido lo encuentra —tan lejos de los Himalayas— que decide adoptarlo, y se le ofrece como «chela».
Se trata de una novela de espionaje, de aventuras, cuyo eje principal es el viaje a lo largo del Grand Trunk —la milenaria carretera que cruza la India en diagonal para perderse en las montañas—. Pero Kim es mucho más que eso. Se trata de una novela iniciática que nos introduce en un mundo fascinante, peligroso, exótico y emocionante de la mano de una de las plumas más importantes de la literatura anglosajona de todos los tiempos, una pluma que, junto con la de Mark Twain, ha elevado la narrativa juvenil a las más altas cotas de la literatura universal.