Enero de 1945. Hay 4.800 prisioneros en Auschwitz-Birkenau. Sus condiciones de degradación física no permiten enviarlos al oeste para retornarlos luego a sus lugares de origen. Las tropas soviéticas irrumpen entonces a tal velocidad en el campo de exterminio que los hombres de las SS solo consiguen volar parte de las cámaras de gas y matar a un puñado de supervivientes para no dejar testigos de lo que allí sucedía.
El 5 de febrero Józef Bellert, con un grupo de unos treinta médicos y enfermeros de Cracovia, se encamina a Auschwitz. Durante ocho meses, el doctor Bellert dirige el que muy probablemente fue el hospital de campaña más grande de Europa. A pesar de la falta de alcantarillado y la escasez de agua, alimentos y medicinas, Bellert y sus asistentes dedicaron todos sus esfuerzos a los presos liberados. ¡Son cerca de 5.000 hombres desahuciados para la vida!
Los pacientes pesan entre 25 y 30 kilos. Sufren de fiebre tifoidea y tuberculosis, diarrea por hambre, edemas y escaras en su piel. Además de las enfermedades, Bellert debe hacer frente al temor de un montón de hombres y mujeres que se aterrorizan ante quienes visten batas y utilizan jeringas como herramientas de trabajo. Los buenos médicos son asociados a las inyecciones de fenol con las que los alemanes mataban a los prisioneros enfermos. Pero aunque sea difícil de creer, a pesar de aquellas condiciones, 4.400 hombres y mujeres recuperaron su salud y su vida.
Józef Bellert fue un héroe silencioso, cuya biografía contiene varias personalidades. Fue conspirador del PPS (pacto alemán-soviético, que permitió a los alemanes invadir Polonia sin la intervención rusa); soldado de las Legiones y médico de la brigada de Piy#322;sudski; activista social e independentista; soldado en septiembre de 1939 e insurgente de Varsovia. Pero ?solo? fue reconocido como un modesto médico del distrito de Piy#324;czów.