Si tenemos en cuenta que el bebé ha pasado los nueve primeros meses de su vida en un ambiente cálido, con la piel en contacto continuo con las paredes del útero y en múltiples ocasiones «acariciado» ya por su madre, comprenderemos la importancia del contacto físico desde el nacimiento. Las primeras caricias que reciba serán la forma de comunicarle que es bienvenido y, gracias a la estimulación que produce, el masaje no sólo alimentará al bebé emocionalmente, potenciará su sistema inmunológico y contribuirá a su desarrollo físico, sino que además fortalecerá el vínculo afectivo entre padres e hijos.