Un recién nombrado inspector escolar del condado de Yorkshire nos cuenta, con un cálido y maravilloso sentido del humor, su experiencia durante el primer año en el empleo. Rápidamente aprende que debe andar despacio el camino para poder apreciar la belleza del paisaje —¿vas a entrar, señor, o vas a quedarte ahí parado todo el día admirando las vistas?—. Y se va encontrando personajes «tan grandes como la vida», desde granjeros y hacendados hasta profesoras y profesores, encargados de mantenimiento o directores excéntricos. Y, lo mejor de todo, descubre el encanto y la cautivadora personalidad de los niños del Valle, incluyendo a un pequeño que, cuando le dicen que no es muy hablador, contesta: «Si tengo algo que decir, lo digo, y si tengo preguntas, pregunto».
Con su buen oído para lo absurdo y su ojo perspicaz para lo ridículo, la saga de las historias de Gervase Phinn, que comienza con este libro, ha cautivado a miles de lectores que leen sus obras con una permanente sonrisa de felicidad.