«Novela de época, novela de amor, novela de iniciación, novela psicoanalítica, novela política, novela sobre hijos y sobre padres, novela acerca de cómo se construye un lector y no se construye un escritor, novela tristísima que da felicidad, novela feliz que da tristeza. Diría gracias, pero es una palabra chica. Igual la digo: gracias por haberla escrito. La voy a llevar en el cuerpo mucho tiempo».
Leila Guerriero
Un fantasma viral recorre el mundo y lo contagia sin remedio con el olvido a la vez que lo inmuniza contra toda creencia en el ayer. Y el muy paciente Land -haciendo y deshaciendo memoria- se mueve a lo largo y ancho de su propia historia y de la de quienes rodean y acorralan y jaquean su infancia y adolescencia y madurez a los largo y ancho de tres Grandes Ciudades.
Bienvenidos -de todo corazón- al REC y al REW y al PLAY sin STOP de libros a robar o abandonar o destruir, de fiestas hipnóticas y de funerales en trance, de padres insomnes que sólo quieren ser mejores amigos y de «hijos de... » que sólo sueñan con poder dormir un poco, de Big Vaina y de Nome, de amores que no matan ni mueren sino que se inmortalizan, de escritores fantasmas y de lectores poco confiables, y de verdades y mentiras y secretos escritas o corregidas en azul y rojo.
La crítica ha dicho:
«Como pasa con los buenos libros, El estilo de los elementos se inventa problemas que no existen y los resuelve en una región que no existía antes de que existiera la novela. Esa región es lo que llamamos lo fresaniano».
Alan Pauls
«El estilo de los elementos es una verdadera gozada, un libro escrito en un estado de rara inspiración, con uno de los arranques más hermosos de toda la obra de Fresán».
Carlos Pardo, Babelia (España).
«Una historia monumental sobre la niñez y la vocación literaria en la que los hijos se salvan leyendo y los escritores fantasmas reescriben el pasado para no dejar de recordar».
Karina Sáinz Borgo, ABC (España).
«Es una novela y algo más o, lo que es lo mismo, algo más que una novela. Es un mundo propio, un mundo profundo en sí mismo, en el que uno ingresa y se mueve y cae y del que acaba saliendo, ileso, quizás indemne, con ganas de respirar. Lo que sea: aire, fuego, tierra, agua, con tal de respirar».
Diego Gándara, La Razón (España).
«La memoria y la imaginación se amalgaman con asombrosa organicidad en esta nueva obra que, repleta de destellos de inteligencia, constituye un muro de contención contra la liquidez de nuestro presente».
Javier Cedillo, El Cultural (España).
«Bienvenidos, y bienvenidas, a una mañana en la vida de este «hacedor» de mentes ciclónicas, y a lo más cerca que estarán, por el momento, de desencriptar su, en muchos sentidos, imparable, y titánica, Obra en Marcha».
Laura Fernández, Lengua (España).
«Prosa que arde como si Nabokov siguiera, imperturbable, moviendo alfiles en los atardeceres de Montreux».
Enrique Vila-Matas, El País