El negocio organizado en torno a la muerte constituye una industria de notable envergadura. Más allá de consideraciones mundanas, la religión ofrece paraísos en compensación a quienes no pueden afrontar las realidades de la muerte y el olvido eterno. A lo largo de la historia, todas las religiones han descrito lo que Zaleski denomina viajes o tránsitos ultramundanos. Ahora bien: ¿existe un viaje semejante por realizar? ¿No sería acaso mucho más realista aceptar, como ya hizo Otelo, que con la muerte llegamos al final del viaje? En todo caso, ¿adónde podría haber ido él? ¿Adonde debería ir Otelo? Al fin y al cabo, y dicho con el sucinto estilo del autor de la Primera epístola de San Juan, Ningún hombre ha visto nunca a Dios.