La mayor originalidad de este libro de Alfonso Sastre reside, quizás, en el hecho de que puede entenderse –y su autor se sitúa en esa posición– como una especie de “Manifiesto por los Derechos Humanos...” de los ciudadanos (imaginarios) habitantes en las páginas de las obras de ficción literaria y dramática; y ello (esta defensa de sus derechos) frente a las tentaciones totalitarias de quienes, escribiendo novelas o dramas, hacen de las capas de sus personajes sayos de sus arbitrariedades, confundiéndolos con los muñecos de un guiñol.
Nuestro autor no sigue a su ilustre colega Valle Inclán por aquellos caminos en los que los autores mueven “sus” personajes manipulándolos con unos hilos. Este de los muñecos es un gran arte, que nuestro autor admira, pero su trabajo va en un sentido muy diferente. Cervantes, Unamuno y Pirandello son, en ese sentido, las grandes estrellas con las que habla y discute en este libro que, seguramente, además, ha de resultar muy divertido y mover francamente a la risa en algunos de sus momentos.