Con el estreno de El caballero de las espuelas de oro, a su regreso del exilio, Alejandro Casona dictaba su postrera lección magistral sobre el teatro. La obra se asienta en el trasunto vital de Francisco de Quevedo, un español espejo en que se miran muchos compatriotas, porque el gran poeta llevaría marcada en su conducta, en su altivez, en sus comportamientos, en las cárceles y destierros que padeciera por su enfrentamiento con el poder, los estigmas que caracterizan al mejor español, al senequista inmolado en bien de su patria.
Por el contrario, La llave en el desván, a la luz de los nuevos estudios del psicoanálisis difundidos por Freud, Casona hace una propuesta lírica para analizar los acontecimientos que los individuos se ven obligados a padecer, a vivir. Dicho de otro modo, es el sueño psicoanalítico el que explica y razona los hechos del pasado. En La llave en el desván se produce una inversión: el sueño se adelanta a los hechos, los mediatiza incluso para que se cumpla la fatalidad soñada entre brumas.